La mujer no nace, se hace (es)
En el día a día de nuestra clínica y nuestra cotidianidad nos encontramos con populares y a la vez profundas enunciaciones como: “No sé qué me hace mujer”, “Déjala, es mujer”, “Ni ellas saben lo quieren”, “Tenías qué ser mujer”. ¿Se puede tomar esto como una cuestión de ignorancia? O, ¿de reducir a modo de estereotipos la complejidad de las mujeres? Pueden ser ambos, pero en esta complejidad, son diversos los autores que coinciden en el arduo recorrido para llegar a ser mujer...
Este trabajo fue presentado en el Pre Congreso OCAL de Cartagena de Indias: Corpos: Diversidades, Trans/Formaciones & Fronteiras -- El concepto límite de la pulsión en la contemporaneidad / O conceito limite da pulsão na contemporaneidade. ![]() ![]() Trabajo que formó parte del "Panel: los tres destinos en la constitución del psiquismo de la mujer", compuesto por tres trabajos teórico clínicos elaborados por 4 candidatas de la Asociación Psicoanalítica de Guadalajara (Gaëlle Bosch Francoulon; María Esther Jiménez Marcial; Laura Inés Eleonora Novaro Holguín y Xóchitl Briceida Ruelas Ramírez), en los que tenemos como propósito mostrar distintos destinos del psiquismo de la mujer. Tomamos como eje el cuerpo de la madre y cómo cada destino goza o renuncia a él, según sea el caso. Abajo del resumen global está el trabajo específico. RESUMEN GLOBAL (español) El objetivo de este panel es mostrar por medio de 3 trabajos teórico-clínicos los tres caminos posibles que según Freud se dan como consecuencia del Edipo femenino: la feminidad, la histeria y la homosexualidad. Diversos autores coinciden en que el recorrido de la psicosexualidad femenina resulta sumamente complejo, debido a que debe realizarse un rodeo en el que se tiene que identificar con el objeto que en un inicio era su objeto de amor. Trataremos de ilustrar cómo para la mujer resulta muy intensa la relación con la madre y su cuerpo, imagen especular del cuerpo propio. Por lo mismo, los placeres a los cuales le resulta muy difícil renunciar, son los que invariablemente buscarán repetirse en la sexualidad adulta. Esta dificultad de renunciar al goce hace que la separación resulte casi imposible, pues la madre es objeto de amor y polo de identificaciones. En nuestros trabajos buscamos evidenciar lo que Freud apunta sobre el complejo de castración, en donde se juega la lógica del que posee el falo y el castrado, siendo que el castrado es despreciado por haber perdido el genital al haber ejercido sus mociones pulsionales prohibidas. Toda aquél castrado es despreciable, a excepción de la madre que se considera “no castrada”. Un importante factor que se suma a la complejidad de ser mujer es resultado del carácter de ausencia, vacío o agujero del sexo femenino En el caso del primer trabajo, se intenta mostrar cómo la homosexual es aquella que se quedó sin la posibilidad de hacer el pasaje al padre como objeto de amor, para después poder regresar a la madre e identificarse con lo femenino; en ella observamos que se queda pegada a la madre, siendo su elección de objeto narcisista, en donde se produce un deslizamiento de la madre a otras mujeres. Goza del cuerpo de la madre a través de sus relaciones homosexuales. En cuanto al segundo trabajo, se puede ver cómo la histérica logra dar un paso hacia el padre sin renunciar a la madre, por lo que se instala en la bisexualidad y surge lapregunta histérica que, a final de cuentas, es un planteamiento que se hace acerca de su propio cuerpo: “¿Soy hombre o soy mujer?” Sus relaciones se juegan en ser el falo para el otro. En el tercer trabajo, podremos notar que para ser mujer se debe renunciar al cuerpo de la madre, renunciar al clítoris y aceptar el agujero de su sexo, pero se une a una segunda renuncia, esta vez simbólica, la falta de significante que implica ese agujero, que tiene como consecuencia hacer metonimias en lugar de metáforas. De ahí que ser mujer confronte siempre con la ausencia, y veremos cómo el camino hacia la feminidad resultará una compleja construcción, aquella que se da por la aceptación de la castración, lo que le permitirá a la mujer acceder al mundo simbólico, y que significará una vía de acceso hacia la posibilidad del amor. RESUMO GLOBAL (portugués) O objetivo deste painel é mostrar através de 3 trabalho três possíveis caminhos teóricos e clínicos que Freud ocorrem como resultado da fêmea de Édipo feminilidade, histeria e homossexualidade. Vários autores concordam que a rota do psicossexualidade feminina é extremamente complexo, pois um rodeio onde você tem que identificar o objeto que a princípio foi seu objeto de amor ser realizada. Tentamos ilustrar como para as mulheres é muito intensa relação com a sua imagem no espelho de corpo do corpo mãe e. Portanto, os prazeres a que é muito difícil de desistir, eles são, invariavelmente, eles procuram repetido em sexualidade adulta. Esta dificuldade de desistir da separação gozo torna quase impossível, porque a mãe é o tema do amor e pólo identificações. Em nosso trabalho, procuramos demonstrar o que aponta no complexo de castração, onde a lógica de ter o falo e o castrado é jogado, sendo o castrado é desprezada por perder o genital ter exercido os seus impulsos instintivos proibidas Freud. Tudo o que castrado é insignificante, exceto para a mãe que é considerado "castrado". Um fator importante que contribui para a complexidade de ser uma mulher é o resultado do caráter de ausência, o vazio ou feminino buraco Para o primeiro emprego, tentamos mostrar como o homossexual é aquele que ficou sem a possibilidade de fazer a passagem para o pai como objeto de amor, e depois retornar para a mãe e se identificar com o feminino; observou que a mãe ficar preso, sendo a escolha narcísica de objeto, onde um deslizamento da Mãe outras mulheres ocorre. Goza do corpo da mãe através de relações homossexuais. Quanto ao segundo emprego, você pode ver como a histérica consegue entrar no pai sem sacrificar a mãe, então ele se estabeleceu na bissexualidade ea questão histérica que, em última análise, é uma abordagem que se coloca ele faz sobre seu próprio corpo: "eu sou um homem ou sou uma mulher?", seus relacionamentos são jogados em ser o falo para o outro.
LA MUJER NO NACE, SE HACE Elaboró: María Esther Jiménez Marcial* “Si usted quiere saber lo que una mujer dice realmente, mírela, no la escuche” Oscar Wilde
En el día a día de nuestra clínica y nuestra cotidianidad nos encontramos con populares y a la vez profundas enunciaciones como: “No sé qué me hace mujer”, “Déjala, es mujer”, “Ni ellas saben lo quieren”, “Tenías qué ser mujer”. ¿Se puede tomar esto como una cuestión de ignorancia? O, ¿de reducir a modo de estereotipos la complejidad de las mujeres? Pueden ser ambos, pero en esta complejidad, son diversos los autores que coinciden en el arduo recorrido para llegar a ser mujer. Y que finalmente, como lo refiere Simone de Beauvoir: “no hay un eterno femenino, la mujer no nace, se hace.” Con esta frase, pienso este trabajo como un recorrido hacia un interesante viaje, donde no hay un final que se instala de una vez y para siempre, al contrario, es un vaivén, lo mismo que el trayecto que construye un psiquismo. Y si hablamos de psiquismo, hablamos de pulsión. La pulsión como sede y producto de un trabajo, que también implica un trayecto: del cuerpo a lo psíquico. “Me duele el tubo que tengo aquí”, es lo que me dijo Sofía cuando la conocí a sus 21 años de edad. Llegó a tratamiento desesperanzada de poder combatir su mal: la bulimia, puesto que ya había visto varios terapeutas y médicos. Aun con toda su belleza física, su maquillaje perfecto y su vestimenta siempre a la moda, desde las primeras entrevistas se refería a ella misma como un tubo, un tubo con una entrada para comer y una salida para evacuar, como una membrana de existencia que protegía un haz de inexistencia. Yo pensaba en su desesperanza existencial. Daba una imagen “arreglada”, con una belleza física en la que no se dudaba de que es una linda chica, lo que contrastaba con lo que Sofía refería sobre comentarios de amigos: “¿eres transgénero?”. Así llegó Sofía, muy confundida acerca de su identidad: ¿mujer?, ¿hombre?, ¿tubo? Contratransferencialmente a mí me despertaba un dolor muy intenso, el que ella no sentía, solamente comía, bebía en exceso y vomitaba. En este viaje con Sofía, quiero mostrar, cómo en un intento esperanzador, ha podido hacer muchos movimientos interesantes a lo largo de su camino en el análisis, la manera en que ha renunciado al cuerpo para poder sentirse cada vez más mujer. Inicio con la propuesta de Freud, quien ya en el siglo pasado afirmaba que el devenir mujer era un enigma y que el psicoanálisis no pretende describir qué es una mujer sino indagar cómo deviene a lo largo de un complejo desarrollo. La trama edípica es más complicada, la envidia del pene se desplaza bajo la forma de los celos, tan implacables en las mujeres. Sofía hablaba en tono de queja que su madre siempre prefirió a su hermano, 3 años mayor; por él, la madre sentía admiración, interés, lo que a Sofía le hacía sentirse desplazada y llena de rabia. Esta hostilidad a la madre se trasladada a mí cuando me demandaba darle una respuesta a: “¿Qué tienen ellas que no tenga yo?”, refiriéndose a las pacientes que veía por el consultorio, que según ella, eran mejor; yo le preguntaba: “¿Ah, sí?, ¿en qué son mejor?” y Sofía alzaba los hombros. La madre de Sofía, con un severo narcisismo, ignoraba la bulimia de ambos hijos. Sofía muchas veces dormía en la cama de su madre, con sus piernas arriba de las de ella, lo que le hacía sentirse segura. Freud dice que para llegar al final del recorrido a la feminidad, la niña tendría que abandonar a la madre como objeto de amor para volverse al padre, y también abandonar el complejo de masculinidad. Era difícil que Sofía pudiera ir al padre, puesto que era un hombre devaluado, un hombre enfermo al que ningún proyecto le salía bien. Lacan plantea que durante el recorrido se tiene que asumir la castración simbólica. En el inconsciente no existe el Otro sexuado, sólo existe un significante de la sexuación: el falo y no hay un significante de la vagina. Hay dos faltas: la falta del hueco y la del no significante de un hueco. Sofía no podía significar su ser, era un tubo hueco por donde entraba y salía comida. Y era dando una imagen de niña buena, la que la hacía sentirse alguien. Se lamentaba el no poder decirle a sus padres que tenía relaciones sexuales con su novio porque sentía que los defraudaría; los padres, a su vez, le exigían llegar virgen al matrimonio para que su esposo la pudiera respetar siempre. Recurría a mentirles para irse con el novio; pero no sin culpa y estando con él lo único que aparecía en su mente era la furia de su padre y la de su madre. Sofía se quedaba en una excitación constante, sin poderse satisfacer. Serge Leclaire dice: “la pulsión en su constancia implica al cuerpo como afectado por dehiscencias de las necesidades primeras que aparecen por la pérdida del primer objeto”. Estamos en el cuerpo, en el goce y si no hay Ley fálica que escinda el goce del ser, la mujer queda atrapada en el goce del cuerpo–papás. El padre de la paciente es el súper macho que escapa a la castración, evoca al padre primitivo Freudiano que puede gozar de todas las mujeres, hasta a la hija, con quien amanecía en su propia cama, porque no podía dormir al lado de su esposa. Por su parte, Sofía se resiste a perder ese goce del ser porque si renuncia, siente que desaparece. Si perdía de vista a su novio, tenía unas ganas enloquecedoras de llamarlo para saber dónde estaba, y si no le contestaba, sentía desbaratarse. Ella goza de ser el deseo del otro, pero se lo va cuestionando, se percata del sufrimiento que esto le provoca. Todo esto surge a partir de las asociaciones de un sueño: “Soñé que tenía un anillo de compromiso, estaba jugando con él yo sentada en el excusado, de pronto se me zafa el anillo y se va por el toilette. Yo me angustio y trato de encontrarlo, me remangué la blusa y meto el brazo por la tubería, siento algo, lo saco y no, no era el anillo, era una moneda, otra vez, bloqueando el asco, vuelvo a introducir el brazo y siento varias cosas que no son el anillo y por fin, el anillo, lo recupero”. Mientras me relataba el sueño, yo pensaba en el canal vaginal que llega al útero y ella asocia que está recogiendo los restos que le quedan para poderse casar por fin con su novio y dejar a sus padres, me lo dice llena de angustia. Sofía muy poco a poco toleraba más su angustia y dejó de vomitar, en lo concreto, porque frecuentemente vomitaba en las sesiones, con un palabrerío que me mareaba y pensaba en el caos de Sofía, que necesitaba que alguien la parara con un reaseguramiento que le permita rechazar el goce para dar acceso a su propio deseo. Logré entender que me necesitaba para poder hacer un corte, donde ella pudiera encontrar una significación de su ser, porque ella sentía que no hay nada. Si no hay castración en la madre o ahora en la analista, Sofía puede seguir atrapada. Para salir de eso, tendrá que enfrentarse a su falta, que le permita ir deviniendo mujer y disfrutar de su sexualidad. Sofía trae a sesión un sueño, que considero un sueño de castración: “Soñé que estaba en una cama con una amiga y yo estaba enferma. Tenía que tomarme la temperatura, mi amiga me pasa el termómetro y se me rompe, un dedo se cortó y empezó a sangrar. Yo sentía mucha angustia, no sabía qué pasaba. Mi amiga llama a una ambulancia y me dice: ya viene la ambulancia, te van a curar tu dedo mutilado, yo ya me tengo que ir a trabajar, en cuanto me desocupe voy a verte al Hospital, verás que estarás mucho mejor. Y yo me quedé aterrada esperando la ambulancia, viendo cómo había desaparecido mi dedo”. En sus asociaciones, la amiga soy yo, su terapeuta, y en este sentido, me parece pertinente lo que dice André Green: “lo característico de la situación que se produce en un intercambio psicoanalítico es la vuelta a sí mismo mediante el rodeo por el otro. La pulsión inviste el objeto de la transferencia, con una esperanza de satisfacción. Pero, cuanto más se acerca la pulsión al objeto, más “eficacia psíquica” adquiere. La pulsión, unida al cuerpo, está forzada a alejarse de esa fuente somática, no para abandonarla, pero sí para la búsqueda de lo que puede aliviar su tensión”. Sabemos que atravesar las desilusiones, pasiones y angustias dentro del análisis también enferma. La paciente a pesar de estar aterrada, sabe que tiene que tolerar y esperar para estar mejor y que su analista también tiene que “estar en otros lados”, que no es toda para ella, lo que le va permitiendo ir en búsqueda de su propio deseo. El mismo deseo que aspira a restablecer la identidad, por la que lucha Sofía. Digamos que de alguna manera ya empiezan las primeras llamaradas de la ausencia. Hay que representar lo que hay (vagina) en lugar de lo que no hay (el pene, el falo). Asumir esta ausencia le otorga una presencia, una identidad y no seguir sintiéndose un tubo. Para poder hacer frente a estos debates, el analista necesita ofrecer su parte femenina para escuchar la gran demanda de las mujeres quienes reclaman subjetivar la parte insubjetivable de ellas mismas. El sentir del analista, no el saber, es quien lo promueve para poder atravesar con el paciente este recorrido.
Referencias André, S: La niña y su madre, El devenir-mujer, De los goces, La alteridad del cuerpo, El amor y la mujer. En: ¿Qué quiere una mujer?. Buenos Aires: Siglo XXI editores, 2002. Freud, S.(1923): La organización genital infantil. Volumen XIX: En: Obras completas. Buenos Aires: Amorrortu, 2006. -- (1925): Algunas consideracionespsíquicas de la diferencia anatómica entre los sexos. Volumen XIX. Green A: El pensamiento clínico. Buenos Aires: Amorrortu, 2010 Lacan, J: La pregunta histérica (II): “¿Qué es una mujer?". En: El Seminario 3: La psicosis (1955-1956). Buenos Aires: Paidós, 2002 -- La función del velo. En: Seminario 4: La relación de objeto (1956-1957). -- La mujer, más verdadera y más real. En El Seminario 10: La Angustia (1962-1963). -- Dios y el goce de La mujer. En: El Seminario 20: Aun (1972-1973). Leclaire, S: Escritos para el psicoanálisis 1. Moradas de otra parte. Buenos Aires: Amorrortu COMENTARIOS |
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