Cuerpos marcados por la cultura de masas actual: una evaluación psicoanalítica del acto delictivo cometido por adolescentes (pt-es)
El objetivo general de este ensayo consiste en tejer consideraciones teóricas a fin de comprender aspectos intrapsíquicos enlazadas a cuestiones culturales en la dinámica de trabajo con los llamados “delincuentes juveniles”. Más específicamente, según el “Estatuto da Criança e do Adolescente brasileño”, "adolescentes en conflicto con la ley", caracterizados por la necesidad de utilizar productos caros para adornar sus cuerpos.
![]() ![]() 2016-02-29 Remitimos a los escritos de Freud sobre el Narcisismo (1914) y Psicología de Grupos (1921), buscando una comprensión psicosocial de su significado en la sociedad actual, entramándose exclusión social, violencia y delincuencia en una cultura de masa que fomenta el individualismo como un ideal de vida asociado a valores narcisistas, culto de la imagen y exacerbado consumo compulsivo. Se considera la adolescencia como un período marcado por intensos cambios de identidad que pueden propiciar la práctica de actos ilegales, los cuales podrían estar denotando a modo de síntoma una tipología del mal-estar al que refería Freud alrededor de 1930, ya que el adolescente es más vulnerable a las influencias simbólicas de la cultura y el consumo de masas. Desde este texto entonces, buscamos la comprensión de los aspectos psicológicos que surgen de la cultura y el comportamiento de culto a la imagen que practican los menores delincuentes, a los que el Estatuto de los Niños y Adolescentes llama "los adolescentes en conflicto con la ley." Con este fin, nos referimos principalmente a los escritos de Freud sobre el narcisismo (1914) y Psicología Grupo (1921). Hoy, las sociedades en general -y particularmente el brasileño-, son testigo de un empeoramiento de la violencia simbólica y también del entorno individual de los sujetos, en los que se impregnaron las más variadas formas de relaciones sociales y políticas y desfiguradas por la corrupción, el individualismo exacerbado, la violación de los derechos individuales y colectivos -garantizada por la Constitución-, la falta de vida de la comunidad, la reducción de la alteridad y la exacerbación de la intolerancia. Sin embargo, nuestro objetivo no es discurrir en torno a cuestiones específicas del funcionamiento social de la contemporaneidad, sino situar al ´delito´ practicado en forma continua por un tipo particular de los adolescentes, como un síntoma de un malestar que consideramos arraigada en la sociedad brasileña. Procede señalar, en primer lugar, que el período de la adolescencia está marcado por intensos cambios potencialmente inductores de comportamientos desviados, lo que lleva a algunos adolescentes, en tiempos de crisis social y ética -como la que estamos asistiendo-, a ser más vulnerables por la exposición a un contexto que da visibilidad a la práctica de actos ilegales o criminales. Muchos autores y textos se refieren a la cultura del "narcisismo" como un modo de funcionamiento / comportamiento "normalizado" de las sociedades occidentales que privilegian el modo de ser estando “frente a sí mismo”, estado bien descrito por el mito griego de Narciso, quién habría muerto por amor a su propia imagen reflejada en el agua de una fuente cristalina. Y con respecto a la sociedad brasileña contemporánea, este comportamiento narcisista "estandarizado" es tan predominante que la violencia y la corrupción son cada vez más naturalizadas y trivializadas. Freud afirma que el narcisismo es la condición inicial de la supervivencia del bebé y la fuerza impulsora para iniciar sus relaciones primarias parentales, los cuales iniciarán la formación de su aparato mental. El proceso de organización estructural y dinámica de las funciones del yo y el superyó y el proceso de identificación están en contacto directo con la cultura a través de las primeras relaciones socio-afectivas, oriundas de la relación del bebé con sus padres, los primeros representantes de la cultura. Gracias a este proceso dinámico, el bebé tiene la oportunidad de desarrollar su mundo subjetivo. Freud (1914) dice que el narcisismo del individuo aparece desplazado hacia ese ideal del yo, que como su yo infantil, se encuentra en posesión de toda perfección y valor. El individuo no está dispuesto a renunciar a la perfección narcisista de su infancia y lo que se proyecta ante él como su ideal es el sustituto del narcisismo perdido infantil en la que él fue era propio ideal. La formación de un ideal aumenta las exigencias del ego, constituyendo lo que Freud llama el factor más poderoso en favor de la represión. El yo (ego) aspira a recuperar la perfección y el amor narcisista, pero debe cumplir con los requisitos del ideal del yo. A partir de ahí, sólo se puede experimentar esta perfección y este amor narcisista a través del otro. En la adolescencia hay una reedición de las relaciones primarias; pero las exigencias del ideal en relación a las demandas culturales van denunciando una gran fragilidad, llevando a los adolescentes más vulnerables a aceptar las demandas socioculturales de consumo masivo, exacerbada individualidad y variadas formas de violencia relacional. En este sentido, consideramos importante el texto de Freud acerca del funcionamiento de grupos, publicado en 1921. Aquí, tomando en cuenta los estudios de Gustave Le Bon y William McDaugall, Freud considera que estos estudiosos trataron de explicar la incorporación de un individuo al grupo basado en el proceso de “suggestibility”, en el cual el fenómeno de grupo es entendido como un prototipo del estado hipnótico. Para Le Bon y Mc Daugall, el problema principal era que en el proceso de sugestión, el individuo que se incorpora a un grupo nuevo es determinado a actuar según una lógica específica, distinta de la utilizada cuando se encontraba en situación de aislamiento o cuando actuaba individualmente. De hecho, los cambios psicológicos del individuo en el grupo, apuntados por Le Bon y Mc Daugall, son considerados por Freud como señales importantes de que se produce un proceso de formación de grupos. Sin embargo, al problematizar la función de la sugestión, Freud entendió que el punto clave para del proceso de formación de grupos no podía ser reducido a dicho fenómeno sugestivo para explicar la alteración psíquica subyacente. Las lagunas teóricas en la formulación de estos autores aparecen cuando Freud pregunta que sería la fuente de esa sugestión. Si sucede algo cercano al estado hipnótico, ¿quien reemplaza al hipnotizador en el caso del grupo? Para Freud los autores indicaron la sugestión o el contagio emocional como constitutivos de los fenómenos de grupo… Pero era "era necesario protestar en contra la opinión de que la propia sugestión, que explicaba todo, estaba ausente de explicación" (Freud, 1921 / 1976, p. 114 ). En la adolescencia, la identidad del joven empieza a ser intrínsecamente relacionada a un grupo y el nivel de vulnerabilidad a un líder será determinada por la fragilidad de su self. Es decir, si tenemos en cuenta al adolescente en un contexto transgresor, su ideal del yo, no afianzado en la primera infancia por relaciones sólidas, éste estará volcado a la búsqueda de un sustituto que generalmente será el líder de una banda o de una organización criminal. En este caso, interpretamos este proceso como el de una persona que abandona su yo ideal y lo sustituye por el ideal del grupo, siendo corporizado en el líder. El miembro de un grupo se identifica con el líder, y en una segunda etapa, con los otros miembros del grupo. Esta dinámica es posible a medida que va renunciando a su ideal del yo - una de las dimensiones del superyó responsables del proceso de idealización - a favor de un líder. Y los miembros de un grupo reemplazan su ideal del yo por ese mismo objeto: el líder. Lo que permite la cohesión es la identificación mutua entre los diferentes egos. “Un grupo primario está integrado por una serie de individuos que han reemplazado a su ideal del yo por un mismo objeto y en consecuencia, se han identificado uno con el otro en su yo” (Freud, 1921/1976, p. 147 ). Con la limitación del narcisismo en el grupo, el grupo prevalece sobre el individuo, y el establecimiento del líder como ideal del yo hace que cada miembro del grupo sacrifique sus demandas narcisistas bajo la garantía de que tendrían una protección paternal en la figura del líder ideal. Más allá de eso, podemos considerar la penetración de los modelos mediáticos que justifican la existencia física y la visibilidad social por (y a través) de la posesión y exhibición de productos de consumo. En consecuencia, entre los adolescentes puede decirse que el proceso de identificación es prescindible para la formación de recursos humanos, es decir, es por intermedio de la identificación que la relación con el otro se efectiviza en busca de la individuación y de socialización. Entrelazado a este concepto, cabe resaltar la importancia del objeto de pulsión y la satisfacción pulsional en la constitución de la subjetividad. En la peculiaridad de la dinámica del adolescente transgresor, descrita aquí, encontramos su ideal del yo y su subjetividad moldeada en "ilusiones" de consumo - soy una persona desde el momento en que tengo un teléfono sofisticado - y las formas fragmentadas de una cultura marcada por el vacío simbólico y la vulnerabilidad a un líder y su grupo de internalizan y externalizan violencia como una forma de dar sentido a su existencia. Por otra parte, el culto del consumo, caracterizado por el uso de prendas de vestir con trajes de diseño y objetos ostentosos y caros, lleva al adolescente a una sensación de pertenencia. En el contexto transgresor, la invisibilidad social es entonces acompañada (marcada) por la necesidad de tener una visibilidad física en la sociedad mediante la identificación con tales objetos, que vienen a justificar los crímenes violentos.
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