Zeitgeist Analítica-@
 


El enemigo Visible/Invisible



Cuando un enemigo es invisible, podemos subestimar su alcance, mantenerlo en un entorno ilusoriamente protector para evitar temores irracionales. Pero también podemos aterrorizarnos pensando que en cualquier momento seremos el próximo difunto. Las epidemias han sido parte de la vida del ser humano, las artes se han encargado de mantener su recuerdo vivo, tanto sea a través de la literatura, la pintura o el cine entre otros.



Silvia Flechner, 26/03/2021, Montevideo
Asociación Psicoanalítica del Uruguay / silvifr77@gmail.com

 

Médica Psicoanalista, miembro titular en funciones didácticas de la Asociación Psicoanalítica del Uruguay.




[1]

No podemos minimizar  lo que está sucediendo en el mundo, somos conscientes de que los miedos y terrores no podrán ser evitados, de la misma forma quedamos atrapados  ante su virulencia por  contener a su vez un componente  más: este virus se propaga a través de los afectos, penetra en los intersticios de nuestra intimidad con las personas más cercanas, con los abrazos y los besos que compartimos con nuestros seres queridos, los hijos con los padres, los padres con sus propios padres, los niños con sus abuelos, convirtiéndonos en frustrados deseantes  de todos aquellos  contactos afectivos corporales. ¡Corona tiene mucho poder!  El poder de separarnos cuando queremos estar juntos.

Su poder ha generado numerosas situaciones y sensaciones desconocidas para el mundo entero. Las epidemias de la historia surgieron principalmente del salto de un microorganismo de una especie animal salvaje a los humanos. La peste y la viruela también comenzaron así. También es posible que si incendiamos grandes áreas de bosques, estemos destruyendo esos hábitats de forma tal que algunos microorganismos precisen buscar un nuevo territorio para asentarse y sobrevivir, una planta, un animal o nosotros mismos podemos ser su nuevo “hogar”.

 A pesar de haber existido otras epidemias masivas, no las hemos vivido, a lo sumo, hemos escuchado hablar de ellas a través de generaciones pasadas que las han padecido, la fiebre amarilla, la viruela, la fiebre española y tantas más, todas han tenido la característica de haber sido  letales en forma indiscriminada  para miles de personas. Muchos testimonios de dichas epidemias han quedado grabados para que los recordemos, pero parecería  que  tenemos a veces por costumbre, ser intencionalmente desmemoriados frente  a determinados hechos que son visibles y que tal vez pensamos que no volverán a pasar.

Recordemos que el propio   Freud perdió a su hija Sophie en 1920 con sólo 27 años  a causa de la gripe española que asoló Europa, en su carta le decía:

Sophie: “Sabes cuán grande es nuestro dolor y no ignoramos tu sufrimiento. No intentaré consolarte, tampoco tú puedes hacer nada por nosotros… ¿por qué te escribo pues? Creo que lo hago porque no estamos juntos, ni puedo decirte las cosas que repito frente a tu madre y tus hermanos: que habernos arrebatado a Sophie ha sido un acto brutal y absurdo del destino, algo acerca de lo cual no podemos protestar ni cavilar, sino solo bajar la cabeza, como pobres desvalidos seres humanos con los que juegan los poderes superiores”

Al poco tiempo  le descubren a Freud su cáncer en la boca, enfermedad que lo acompañará el resto de sus días. Sin embargo, el golpe más duro fue tres años después; el segundo hijo de Sophie, su nieto (con el que descubrió el famoso juego del Fort-Da 1920)[2] murió de tuberculosis, su desconsuelo fue enorme. A pesar de ello, siguió escribiendo, trabajando, concediéndonos un legado que hoy se sigue manteniendo vivo.

Nunca fue más vigente la frase arrebatada por cientos de terapias alternativas: “The talking cure”, la cura por la palabra, la forma de buscar a través de la libre asociación el surgimiento de ese iceberg llamado inconsciente.

Por momentos parecería que los golpes de la vida, nos conducen a perder  la fe en nosotros mismos, en nuestra capacidad de soñar, imaginar, crear. Cuando los traumatismos nos abruman, cuando el dolor es arrollador, cuando las pérdidas se vuelven tan difíciles de tolerar ¿cuáles son nuestros recursos para seguir adelante? Parece ser el misterio de esta lucha cotidiana, así como también el redescubrimiento de los ínfimos placeres cotidianos. La posibilidad de renovarnos, rearmarnos, reinventarnos, a través de los sentimientos y pensamientos quizás nos otorgan la fuerza necesaria para lograr hoy ser psicoanalistas sin diván.

Sin embargo, al mismo tiempo nos encontramos aturdidos por un sinfín de catástrofes que se suman a la pandemia, catástrofes naturales, violencia, terrorismo, racismo, así como tantas otras situaciones que producen numerosos efectos en el psiquismo a nivel individual y colectivo. Así lo expresa J. Butler (2020) [3] “La desigualdad social y económica asegurará que el virus discrimine. El virus por sí solo no discrimina, pero los humanos seguramente lo hacemos, modelados como estamos por los poderes entrelazados del nacionalismo, el racismo, la xenofobia y el capitalismo.” 

Es necesario recordar que nacemos violentos, que  la violencia no es un virus, sino que es eterna y siempre actual. Tal vez sea necesario empezar por reconocer en nosotros mismos la experiencia de nuestros enojos, celos, envidias, así como también sentimientos dañinos, que generan en nosotros mismos la crueldad y destrucción.

La frase tantas veces escuchada y leída propia de este aislamiento, escrita en tantos idiomas y de tantas formas: “Quédate en casa”, “Stay-at-home”, nos lleva de todas formas a preguntarnos ¿qué sucede cuando la casa es un cuarto donde conviven un padre violento, una madre desesperada y cinco hijos niños  y púberes  que a pesar de todos los gritos y golpes que reciben piden a voces poder  salir? Tal vez huir. ¿Existe acaso un territorio al cual  huir? Las acciones tienen más fuerza que las palabras y muchas veces nos generan un sentimiento de horror.

Al mismo tiempo, la violencia parece ser un sustrato cotidiano sobre el que se construye la subjetividad de niños y adolescentes, forma parte de nuestra contemporaneidad, volviéndose parte de la vida cotidiana. Podríamos quizás subrayarla como una nueva forma de socialización, un modo de relación que aparece bajo diferentes signos pero que remite a una expresión fallida de lo simbólico. La subjetividad actual está en gran parte afectada por el fenómeno de la violencia, como un significante impuesto en el discurso social, presente en el discurso de los medios de comunicación y de masas. ¿Producirá en forma inconsciente un cierto alivio más allá del temor consciente, encontrar un virus maligno a quien responsabilizar acerca de la violencia intrínseca en nosotros mismos?

En el capítulo 5 de El Malestar en la Cultura Freud[4] se refiere al ser humano de la siguiente forma... “el ser humano no es un ser manso, amable, a lo sumo capaz de defenderse si lo atacan, sino que es lícito atribuir a su dotación pulsional una buena cuota de agresividad. En consecuencia, el prójimo no es solamente un posible auxiliar y objeto sexual, sino una tentación para satisfacer en él la agresión, explotar su fuerza de trabajo sin resarcirlo, usarlo sexualmente sin su consentimiento, desposeerlo de su patrimonio, humillarlo, infligirle dolores, martirizarlo y asesinarlo. “Homo, mominia lupus”, “El hombre es el lobo del hombre”, ¿quién en vista de las experiencias de la vida y de la historia osaría poner en entredicho tal apotegma? nos dice el propio Freud.

A su vez, cuando hablamos de violencia también hablamos de riesgo, en este momento el riesgo parece estar dominado por los términos “virus”, “contagio”, dejándolo de esta forma como un dato estadístico visible, a través del cual se informa a la población todos los días el número de contagios y muertes. Pero, ¿Cuál es el riesgo que se está considerando? El riesgo se define habitualmente en términos de resultado de un evento, así como también en términos de la violencia hacia los otros o hacia uno mismo, por lo tanto además de la pandemia debemos considerar que hay numerosos factores de riesgo que tal vez no se estén considerando con la suficiente importancia que la situación merece. En nuestro caso, esto va dirigido a la salud mental de las diferentes poblaciones del mundo.

Nuestros consultorios, hospitales o lugares de trabajo no son los únicos espacios donde se escucha la queja por el sufrimiento, la angustia, el tormento, el vacío existencial.  Existe una cierta dificultad para explicarlo o definirlo claramente: la experiencia específica en cuestión tiene el mismo carácter vago que llevó a Freud a denominar su texto con  el término “Malestar”.

El malestar sigue vigente y sigue siendo una pregunta que nos interpela, ya que es condición necesaria para la vigencia del psicoanálisis. ¿‘Quién dudaría  que hoy la cultura o las culturas  visten otros ropajes? En tiempos de profundas transformaciones sociopolíticas, culturales, sexuales, tecnológicas, tendríamos que preguntarnos si releer El malestar en la Cultura tal vez nos remueve  la  percepción y evocación de un retorno de lo traumático, referido mayormente a situaciones de crueldad, barbarie, así como también el retorno de pandemias tal cual como las hubo en otros tiempos de contagios y muerte, como los que seguimos viviendo hoy mismo.

Como terapeutas, psicoanalistas, médicos y  personal dedicado a la salud mental, no estuvimos preparados para adaptarnos ante una situación tan traumática. Tampoco coincidimos en el tiempo para ser tecnológicamente “nativos”, sino más bien, muchos de nosotros hemos tomado la tecnología como una herramienta que manejamos por intuición o por aprendizaje que implica un esfuerzo.

Personalmente la tuve en cuenta para diferentes usos, pero para pensar que de aquí en más mi consultorio estaría vacío, que tendría que cambiar el encuadre en mi psiquis de un momento para otro me sobresaltaba y estremecía. 

 Comenzaba el primer día de confinamiento y tenía que prepararme para trabajar con un paciente al que veía habitualmente en mi consultorio, a través de una video llamada. A pesar de la tormenta psíquica que abrigaba dentro mío, del impacto y desorganización mental inicial, sentía la necesidad de comenzar a construir algunas conexiones nuevas, desconocidas para intentar reorganizarme en mi escucha ante una situación tan singular. 

Con mi primer paciente,  alcancé a comprender que el efecto sorpresivo de una catástrofe nos puede  generar un sentimiento de soledad tan profundo, que puede expresarse a través de la sensación de desaparición de nuestras  herramientas mentales, un vacío que nos dirige a temores básicos, que se viven no solo a nivel psíquico sino también a nivel somático. Si mi angustia era tan intensa ¿estaba yo preparada para una escucha psicoanalítica?

Fue por iniciativa del paciente al cual hace varios años que atiendo que nos contactamos, dijo que “me necesitaba”. Al verlo a través de la pantalla me impresioné por su estado físico. Desprolijo, con barba, parecía no haberse bañado por varios días, no se asemejaba  al hombre de mediana edad, profesional destacado que venía de traje y corbata a mi consultorio. Sus lágrimas no le permitían hablar en su forma habitual. Cuando logró calmarse un poco relató el episodio sucedido con su madre de 92 años pocos días atrás, ni bien comenzó el confinamiento.

Su madre y la hermana de ésta nacidas en Alemania, habían pasado cerca de 3 años escondidas y posteriormente descubiertas por los nazis, siendo enviadas a un campo de concentración del cual fueron liberadas un tiempo después por los aliados, emigrando posteriormente a América Latina.

 P: “Le expliqué a mi madre que tenía que venir a vivir a casa por un tiempo. Me preguntó por qué, le expliqué del virus, que no podía venir la señora que la acompaña, me dijo que ella puede sola, le expliqué que no sabía cuánto tiempo podría durar. Siempre fue una mujer muy lúcida, inteligente y seguía muy entera, pero continuaba diciéndome que no, que ella se quedaría en su casa. Hasta que ya cansado de discutir le dije... ¿no entendés que tenemos que escondernos porque el virus nos puede matar? En ese momento vi cómo su cara se transformaba… me pidió que me fuera, le pedí que lo piense, me dijo que sí.

Ayer por la noche fui a buscarla, tenía todo pronto, un cuarto para ella, su ropa ya la había llevado. Cuando entré a su habitación no solo no me reconoció, sino que hablaba solamente en alemán. Parecía estar reviviendo el momento en que las encontraron y las llevaron al campo de concentración….

 “Esconderse”, “matar”, parecían ser las palabras que, en un retorno de lo traumático, llevaron a la madre de mi paciente a revivir una antigua situación que cual violento estallido, doloroso e intenso, desencadenó en una mujer de 92 años un nuevo episodio traumático, esta vez irreversible.

También su hijo utilizó un término que en un inicio tampoco tuvo sentido para él: “escondernos”. Un punto de anudamiento en la transmisión hacia su hijo. Freud lo ha señalado en Tótem y Tabú (1913)[5]: nada de lo que haya sido retenido podrá permanecer  completamente inaccesible a la generación que sigue o a la ulterior. Habrá huellas, al menos en síntomas que continuarán ligando a las generaciones entre sí, en un sufrimiento del cual les seguirá siendo desconocida la apuesta que sostiene.

Tal como lo plantea Kaes[6] la violencia de la transmisión se establece más acá del sentido accesible por el lenguaje de las palabras y de los actos del habla: es una transmisión de cosa. Retomando a Fédida (1982)[7] “todo lo que toca a lo humano heredado y a la procreación define una zona interhumana donde se cristalizan las angustias arcaicas y que cede la palabra a las creencias más enigmáticas” Las mismas condiciones parecerían emerger nuevamente con el enemigo invisible que nos acecha actualmente.

 

 

 

 

[2] FREUD, S. 1920  “ Más allá del principio del placer” En O.C.  Tomo  XVIII Buenos Aires Amorrortu

[3] BUTLER, J. 2020 En “El capitalismo tiene sus límites” 19/3/2020 versobooks.com

[4] FREUD, S. 1930a 1929 “El malestar en la Cultura” En O.C.  Tomo XXI Buenos Aires, Amorrortu

[5] FREUD, S. 1912-13 “Tótem y Tabú” En O.C. Tomo XIII  Buenos Aires Amorrortu

[6] KAES, R. 2006 Transmisión de la vida psíquica entre generaciones pág. 21 / Amorrortu Buenos Aires

[7] FEDIDA, P. 1982 « La clinique psychanalytique en présence de la référence génétique »    Pag 41 Villeurbanne, Simep


COMENTARIOS



1 intervenciones.
Nueva búsqueda

Prueba de envio / Argentina:
Prueba de envío / 20/07/2022
GRacias /


 

 

  

 

Revista Zeitgeist Analítica

Quiénes somos


Contacto
 

z-a@red-net.ar



Psygeist Psicoterapias

Comunidad internacional de analistas.
Atención psicoterapéutica.