El amor en los tiempos de las redes sociales
En tiempos de la tecnología y por ende del mundo virtual, se nos están presentando nuevos modelos de relación, particularmente en la manera en que las parejas se demuestran o buscan el amor.
![]() ![]() EL PACIENTE SUICIDA Sin duda alguna, estamos viviendo una época llena de transformaciones, en la que surgen avances tecnológicos e inventos con más rapidez que nunca antes en la historia de la humanidad. En tiempos de la tecnología y por ende del mundo virtual, se nos están presentando nuevos modelos de relación, particularmente en la manera en que las parejas se demuestran o buscan el amor. Las historias de romances y desengaños envuelven las redes sociales, rodeadas por un halo de misterio y aventura, teniendo el atractivo de los cuentos de hadas; intentando encontrar a la mujer o al hombre adecuado, equivalente a la princesa o al príncipe de esos cuentos. Todo esto impulsado, por el callado deseo de hallar el amor de la vida, en el gran catálogo virtual. Es difícil decir si Facebook, Whats App, Skype, Tinder, etcétera, han facilitado o complicado la vida amorosa, lo que sí es un hecho es que la han cambiado. A veces, lo que se inicia en la red como un juego de seducciones y galanteos retóricos, deviene en romances pasajeros o en amores verdaderos; sin embargo, en otras ocasiones, deriva hacia situaciones poco deseadas e inesperadas, empezando a ser recurrentes las referencias a la red como un espacio propicio a la infidelidad conyugal, como si el hecho de mantener una relación a través de las redes sociales, sea cual sea el nivel de intimidad alcanzada o el contenido erótico de los mensajes intercambiados, representara una deslealtad equivalente a una traición amorosa. Más allá de las fantasías que puedan surgir en éstas relaciones virtuales, aquel amor de la pantalla está satisfaciendo necesidades, supliendo carencias, llenando huecos y espacios, que los protagonistas de las mismas, no alcanzan a encontrar en sus parejas reales. Tal vez, porque las relaciones cara a cara son más complejas, requieren de un compromiso, de mayor tolerancia a la frustración y de habilidades para comunicarse; mientras que una relación virtual, no exige nada, no hay compromiso, es pues, una relación vacía, aunque proporciona la ilusión a la persona de ser comprendida. En estos días es común encontrar parejas, sentadas en algún lugar público o incluso en un lugar más íntimo, cada uno de ellos revisando su teléfono o mirando a la pantalla, estando en su propio mundo virtual. Acompañados, pero finalmente solos; acaso entonces, ¿le tememos a la intimidad?, el Psicoanalista Andrés Gaitán hace una observación al respecto al analizar los lapsus que los pacientes presentan en sesión, cambiando la palabra “intimidad” por “intimidar”, quedando claro que la cercanía puede generar cierto temor. Se está depositando una gran cantidad de energía psíquica en la actividad virtual, comunicándose con interlocutores mecanizados, corriendo el riesgo de separarnos de quienes tenemos cerca, lo cual nos condena a la soledad; destino inevitable de este rasgo narcisista, sacrificando la vida real, a cambio de sostener los vínculos en la pantalla, cuando el analista observa un comportamiento así, puede evocarle el fenómeno descrito por Freud en el jugador compulsivo, de estar “jugando a perder”. Hombre o mujer comparten así un sueño, el de encontrar finalmente aquel objeto, que recubra o repare un narcisismo herido en la infancia, que corrija el descontento en el que desembocó la aspiración amorosa temprana y proporcione el placer largamente esperado, del padre o la madre. En este juego virtual cualquiera puede ser anónimo o mentiroso, pudiendo escribir lo que alguien jamás se animaría a decir personalmente, permitiendo la expresión de cualquier combinación de verdades y mentiras, de realidad o fantasía; desde liberarse del superyó y decir cosas que en ningún otro contexto se escribiría, hasta estar sometido al mismo. Lo que da por resultado seres irreales o bizarros que se relacionan entre sí como si fueran reales. Las redes sociales, posibilitan la existencia de una sociedad fría, perseguidora de estímulos sensuales, que desea alejarse de los riesgos que conlleva el amor; haciéndose imperioso realizar varias tareas al mismo tiempo y buscando la entrada de constante información, esta situación sería la denominada “hambre de estímulos” descrita por Freud (1910), la búsqueda constante del objeto… Podemos observar el gran impacto que puede tener Facebook en las relaciones amorosas, seguramente conocen las frases: “en una relación”, “casado (a)”, “soltero (a)”, entre otras; provocando de manera consciente o inconsciente, manipular el tipo de mensajes que se va a recibir, ya que si una persona pone en su estado “casado”, es una forma de advertencia a sus “amigos virtuales” que no le escriban por ejemplo mensajes de coqueteo, o la hagan por inbox. Hemos avanzado hacia una cultura de la simulación, de apariencias, la vida en la pantalla nos permite proyectar nuestros propios contenidos presentes, pasados y futuros, en forma de fantasía, incluyendo tanto nuestros mayores deseos, como nuestros peores temores; ahora en un nuevo espacio: el ciberespacio. Otro de los muchos aspectos que se pueden tocar en relación con el amor, son los pacientes que llevan al consultorio sus diversos conflictos de parejas, por “culpa” del Facebook o del tan popular whats app, comentando sentirse celosos o traicionados, llegando a sesión con un terrible sufrimiento por ello. Escuchando de manera frecuente frases como: “discutí con mi novio por lo que vi en su Facebook”, “le dio like a otra”, o “tomé su teléfono y vi sus mensajes”. Uno de mis pacientes de 27 años al que llamaré Manuel, continuamente llegaba a consulta quejándose de que su novia lo engañaba; al preguntarle por qué creía eso, contestó que ya no le escribía tantos mensajes vía whats app o twitter, o que era muy cortante, pensando que estaba “mensajeándose” con alguien más, ya que a pesar de haberse despedido de él, diciéndole que ya se iba a dormir, seguía en “línea”, al volverle a preguntar a su novia que con quién hablaba, ésta le contestaba que con nadie; diciéndome en un tono de angustia “Adriana, porque me miente entonces, sigue en línea”; lo que llevaba a Manuel a revisar sus demás contactos para ver quien estaba “en línea” en ese momento, intentando descubrir al posible sujeto con quien “mensajeaba” su novia, el “otro”. Lo que me lleva al planteamiento de que las redes sociales consultadas a través de los Smartphone, en estos casos, han pasado a ser el tercero en discordia, reviviendo en la persona la tríada edípica, sintiéndose excluido cuando no se tiene una comunicación de manera casi exclusiva con la pareja, generando niveles importantes de angustia y frustración. Se han realizado diversos estudios, donde se calcula que las personas revisan su Smartphone 150 veces al día aproximadamente; la urgencia por conectarse y la fascinación tiene su razón: la actividad genera erotismo. Siendo cada vez más las personas que tienden a manifestar actitudes compulsivas de celos, debido a los “amigos” que conocen sus parejas, lo que puede llevarlos a vigilar su perfil o sus publicaciones, generando desconfianza y afectando con ello la relación; modificando el dicho de “ojos que no ven, corazón que no siente”, por “ojos que no ven Facebook te lo cuenta”. Para el observador externo, toda esa información que se halla en las redes sociales, puede ser de poco valor, efímera y poco trascendente; aunque para la persona involucrada todo es relevante, hasta el más mínimo detalle; produciendo en ciertos usuarios, estructuras ideacionales de tipo delirante, llegando a estimularse los rasgos paranoides. Un aspecto más que se puede presentar dentro del marco de las redes sociales, es como una persona que es infiel, de manera inconsciente, busca castigo a su culpa, dejando rastros para ser descubierto. Poniendo a la mano de su pareja el celular o la computadora, donde están los mensajes que le ha escrito a su amante, lo que es motivo de divorcios o rupturas amorosas. CONCLUSIONES. Finalmente, la realidad virtual parece una puerta maravillosa que al abrirse ofrece como la “lámpara de Aladino”, la realización inmediata de deseos, pero como bien dicen por ahí “ten cuidado con lo que deseas, porque se te puede cumplir”.
BIBLIOGRAFÍA. Freud S. (1921) “Psicología de las masas y análisis del yo”. Obras Completas Vol. 18. Buenos Aires: Amorrourtu,1976. Hidalgo Hinojosa K. (2007) “Erotismo, intimidad y amor”. Editores de textos mexicanos. México, D.F. Sahovales de Litvinoff D. (2009) “El sujeto escondido en la realidad virtual”. Ed. Letra Viva. Buenos Aires, Argentina. Schvartzman J. (2014) “Tenemos internet Dios no ha muerto”. Ed. Psicolibro ediciones. Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Nardone G., Cagnoni F. (2003) “Perversiones en la red”. Ed. Integral. Barcelona. Levis D. (2005) “Amores en Red”. Ed. Prometeo libros. Ciudad de Buenos Aires.
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